El edificio Beti Jai se ha convertido en una especie de superviviente urbano a través de la agitada historia que ha ido sufriendo desde su construcción, en donde es el edificio el que empieza a ocupar la manzana de forma aislada, hasta llegar a nuestros días en donde las edificaciones de su alrededor no han querido tener en cuenta ciertos factores, sobre todo de altura, y han llegado a colonizar el exterior de un cofre que en su interior guarda una riqueza espacial insospechada para el viandante. Es en este último aspecto, el de su espacio interior, en el que la propuesta pretende tener mayor incidencia ya que, a pesar de todas las vicisitudes por las que ha ido pasando el edificio a través de desafortunadas reformas, ha conseguido mantener su esencia de manera intacta, sobre todo a través de la reciente restauración realizada por el Ayuntamiento de Madrid. Es innegable la calidad arquitectónica y el valor histórico que posee el edificio. Precisamente por ese motivo incontestable, el proyecto hace hincapié en su aspecto más etéreo, en la atmósfera creada desde su origen, en definitiva, en los metros cúbicos, en el aire contenido entre las paredes del frontón y su graderío. Para ello, la estrategia se basará en conseguir que todas las adaptaciones necesarias debido a los requerimientos del siglo XXI no sean perceptibles ni protagonistas de la nueva rehabilitación, sino que se siga percibiendo el edificio de la misma manera que en sus escasos años de esplendor.

Las condiciones a abordar en la actualidad (cumplimiento de accesibilidad y evacuación, climatización y cubrición), en ningún caso deberían ser elementos en los que su diseño entre en competición con los espacios preexistentes. La potencia de éstos, su calidad constructiva, pero sobre todo las cualidades espaciales interiores, hacen necesario intensificar el trabajo de diseño de los espacios servidores para poder apreciar y poner en valor el espacio común de la forma más cercana a la potencia que poseía.

La expresión formal del conjunto es invariable, ya que la comprensión de sus valores culturales, invitan a respetar el valor patrimonial, así como valorar la tipología de un edificio histórico y singular. Los criterios de intervención estarán basados en los principios de Mínima Intervención y Diferenciación, sin alterar de ninguna de las maneras la percepción del edificio original ni de su envolvente; es decir, recuperar y poner en valor.